Cuando tu compañía era insesante, fugaz,
tus caricias como eterno yugo tomaban mis manos.
De nuevo sentí aquella caricia inolvidable
que hacía que mi corazón se detuviera,
aquella que me hacía llorar.
Recordé la burla de tus besos,
como en la más triste soledad tu callabas y eras feliz.
Mi eterna amiga, mi única y leal compañera.
Desde hace tiempo que no sentía tantas ganas de conocerte de nuevo.
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